Nunca fue sólo una vez.

Besos, mamadas, sexo. Morreos en la escuela, citas, amistad… Ningún te quiero, te amo, te necesito.

¿Cómo deberíamos admitir lo que sentimos?

—Espero que no estén bajo un puente —dijo la voz al otro lado del teléfono.

—No sé si los prefiero follando.

—Claro que los prefieres follando. A esa edad todo se resuelve follando.

Un silenció algo incómodo se extendió del otro lado de la línea.

—¿Y a tu edad? —Habló de nuevo la voz del otro lado, un poco más insegura.

—Follando también, obviamente.

Darren ha perdido dos apuestas y ahora tendrá que ir a la casa "embrujada" vestido como su temible hermana le ordene y lidiar con el "fantasma" que ahí se encuentre.

A Eric le habían ocurrido cosas inusuales en su vida.

No, en serio, cosas realmente inusuales. Quizás nada paranormal o encuentros del tercer tipo. Pero había cosas muy peculiares en su vida.

Charles, por ejemplo. Y era el mejor ejemplo, la verdad.

Conocerse había sido pura casualidad.

O quizás el destino. O, ya que estamos, quizás el karma.

Porque al karma le gusta joder bastante al projimo.

Cuando se es pequeño, el mundo funciona de una manera diferente cuando los adultos no están presentes. Tus secretos son tus secretos y te sientes mayor al tener algo que puedas decir que es totalmente tuyo.

Por eso Scott ocultaba con maestría los moratones de su cuerpo y el hambre con el que regresaba siempre de la escuela. Para él era muy adulto ocultarles a sus padres la existencia de Jack. No es que sus padres no supieran que el chico en cuestión existía. ¿Cómo ocultar a tu mejor amigo?

Pero existía una parte curiosa en Jack que el pequeño Scott intentaba ocultar a toda costa.

Cuando las puertas se cerraron a su espalda y el metro partió, respiró el aire viciado del subterráneo y lo soltó con un gesto de asco. Odiaba el olor a tanta gente congregada. Y todo lo sufría por un par de caricias.

Se preguntaba constantemente cómo había llegado a esa situación y por qué no hacía nada por detenerla o mantener un poco de autocontrol.

Porque valía la pena.

Pero, ¿cuánto estaba dispuesto a soportar al final?

A veces se preguntaba en las noches, mientras miraba el techo y la respiración del otro cuerpo a su lado era sólo un murmullo constante y lejano, ¿qué era todo eso? ¿A dónde quería llegar con todo eso?

Lo odiaba en la misma medida que lo deseaba en su cama a todas horas. 

Intentó por todos los medios que la desilusión pintada en sus ojos no fuera demasiado notoria.

—Oh… —exclamó después de un rato, carraspeando para que la voz no le saliera entrecortada— ¿Qué es? Pudiste tirarlo, no creo haber olvidado algo impor…

Pero ni después de diez años de ruptura habría estado listo para sus próximas palabras.

Por supuesto, que alguien le cortejara como niña de secundaria tenía que ser una maldita broma. Broma que personalmente ni a él ni al repartidor de los regalos parecía hacerles mucha gracia.

Lástima que a sus mejores amigos les pareciera el mejor chiste del mundo y a James se le pusiera dura verlo siempre tan enojado.

Aunque, muy en el fondo, a Mike realmente le gustaba sentirse una quinceañera siendo cortejada.

¿Por qué a él?

Pero… esas cosas pasan ¿No? Digo, suele pasar que te acuestas con tu peor enemigo, siendo tu mismo el pasivo y eres el único que sufres por ello. Por que eso suele pasar ¿Verdad?

Claro...