I
LA HUIDA
“Si han de partir, tendrán que hacerlo cuanto antes.
Justo como ese día, creyendo que yo no lo sabría.
¡Dense prisa! O serán encontrados y utilizados nuevamente.”
1
El caos inicia en el Cielo
Un zumbido constante llamó la atención de Ossu. Provenía de una consola de comunicación que estaba sobre la mesa de la sala. Era un aparato rectangular con las esquinas oscurecidas y unas figuras talladas en la parte superior, que resplandecían debido a la magia dentro de sí. Tenía una ranura arriba, donde unos chícharos auriculares debían colocarse, pero no estaban.
El titán se levantó de la mecedora que usaba para descansar. Lucía más fatigado de lo usual, pues su rostro mostraba ojeras alargadas y el cabello rojo estaba despeinado. Traía una pechera de cuero en tonos cafés, con unas hombreras que lo hacían ver más ancho de lo normal. Medía más de 6 metros y tenía los ojos claros, que contrastaban con las facciones duras del rostro. Sus músculos gruesos estaban hinchados debido al combate incesante de los días pasados. El gigante se acercó a la mesa y observó la máquina. No contestó de inmediato, puesto que la señal mostraba un color verde en las runas superiores, lo que significaba que no provenía de los comunicadores que les entregó a sus amigos.
Por unos segundos, se quedó inmóvil y analizó. Para recibir un mensaje, la otra persona debía tener conocimiento del tipo de magia que él poseía, así que era demasiado inusual. Su única familia era Uldius, quien estaba aprisionado por el Consejo Supremo. Además de él, había un par de Forjadores que podían reconocer su poder, pero no lo contactarían a sabiendas del peligro que eso significaba.
La guerra del Apocalipsis ocurrida en la Tierra cambió todo en el orden de la Creación. Los humanos no fueron los únicos afectados, también el resto de los sobrevivientes de otras razas. Por eso, el titán sabía que era en exceso peligroso aceptar mensajes de extraños. No confiaba en los ángeles y mucho menos en los demonios. Sin embargo, sabía que sus amigos ya debían estar en el Cielo.
Soltó un respiro pesado y decidió presionar el botón de mensaje abierto.
—¿Hola? —dijo sumamente inseguro.
—Ossu, por fin contestas. —Se escuchó la voz familiar de un muchacho.
—¡Martín! —lo reconoció y sonrió más tranquilo—. ¿Qué pasó con el radio que te di la vez pasada? —inquirió aprisa.
—Me lo arrebataron al entrar al Infierno —informó el aludido con relativa calma—. Lamento causarte problemas con eso.
—Está bien, no pasa nada. No contestaré ninguna de las señales asociadas a este —confirmó Ossu y aguardó unos instantes, pero no pudo contener el nerviosismo y la preocupación que lo carcomían.
Durante las últimas semanas, recuperó todas sus memorias. Recordaba a la perfección a sus amigos. Martín era uno de ellos; un joven adolescente de entre 18 y 19 años terrestres, que se había involucrado en conflictos variados. Xenia era la otra, también de la misma edad que el chico, pero con una personalidad más decidida y desenvuelta.
Ante el recuerdo de ambos, el hombre sonrió y continuó la conversación.
—¿Dónde estás? ¿Dónde está Xenia? ¿Se encuentran bien?
—Tranquilo. Estoy bien —aseguró Martín lo más apacible posible. Era fácil reconocer el tono de consternación del otro—. Xenia y yo fuimos separados. A ella se la llevaron los ángeles y a mí los demonios. Por suerte, pusimos gotas de la esencia de Nybath en el Cádiz, por lo que podrá usarlo para salvar a Lillie.
—¿Estás en el Infierno? ¿Cómo lograste contactarme? —preguntó asustado.
—La hija de un tal Samael me ayudó. Ella conoce la historia de tu hermano, así que pudo crear un canal para conectarme con un sistema que ella y su padre hicieron. Desconozco los detalles, pero necesito que prestes atención, Ossu —lo llamó casi como un comando—. Debes prepararte para recibirnos. Saldremos del Infierno y regresaremos a la Tierra, justo como lo planeamos con Xenia. ¿Lo recuerdas?
—¿Recibirlos? ¿A quiénes?
—A dos demonios y al hermano de Lillie.
—¿Otro de los Nefilinos? —dudó el gigante cauteloso.
La idea de hacer amistad con esas creaturas no era mucho de su agrado, principalmente por lo que ocurrió entre su hermano y uno de ellos. Era una de las anécdotas más tristes de su vida, un recordatorio de que nunca podría regresar a su lugar de origen y que tampoco perdonaría a Uldius. Era una sentencia del arrepentimiento que lo atormentaba por no haber detenido el plan inicial que desató la guerra más devastadora en la historia de la Creación. No obstante, sabía que Lillie y sus hermanos no eran los enemigos, así que no opinó.
—Sí. Regresaré con él a la Tierra —confirmó Martín—. Todavía no localizamos al huésped de Corrupción, pero aquí correremos demasiados riesgos. Gracias a la esencia de Nybath, tres personas recuerdan todo. Eilif, el hermano de Lillie, su pareja, un demonio de nombre Gilliusth, y la hija del que te mencioné.
—Entiendo. Está bien —respondió con un tono seco, para esconder la intranquilidad que sentía ante la idea de convivir con demonios y Nefilinos.
—¿Qué pasa, Ossu? —pidió, al reconocer parte de la desesperación que se asomaba en su tono de voz.
—Los ángeles y los demonios han estado invadiendo los jardines traseros de mi casa, pero todos actúan fuera de sí. Creo que el huésped sabe que me he liberado de su hechizo —decidió hablar de otro problema más importante que sus percepciones morales.
—Mierda… no es una buena noticia —aseguró el chico pensativo—. Necesito que contactes con Xenia y le indiques que siga con el plan. Ella sabe que debe regresar a la Tierra, una vez que Lillie recuerde el pasado.
—Lo he intentado. No hay señal —resolvió el gigante y se sentó con pesadez en la silla frente a la consola. Estaba tan angustiado que agradeció que los chicos no estuvieran presentes. No deseaba contagiarlos de sensaciones abrumadoras y escucharlos decir que las cosas se resolverían de alguna manera.
—¿Enserio?
—¿Y si le pasó algo? No conoces lo que podrían hacerle allá. Está desprotegida, sin tu compañía y…
—Ossu, cálmate, por favor —lo interrumpió, pero sin sonar molesto. Usaba un tono empático y cálido. Comprendía hasta cierto punto la posición de su amigo—. Xenia sabe cuidarse por sí misma. Además, estoy seguro de que Lillie la protegerá. Lo hizo antes, ¿recuerdas?
—Sí, pero… —intentó reclamar.
—No está sola. Probablemente, ahora mismo esté planeando su regreso a la Tierra. Sé que no será fácil, pues acá en el Infierno el padre de Eilif está con vida. Me explicó que Lucifer no debía estar presente y que nadie sabía de su paradero. Sin embargo, cuando el chico despertó, se encontró con él en el castillo de la nación más importante.
—Eso es verdad —corroboró Ossu temeroso—. Ambos reyes de los reinos más poderosos de la Creación deberían estar desaparecidos. Hasta yo lo sabía.
—Eso quiere decir que no será fácil salir del Cielo y el Infierno.
—¡¿Y me pides que no me preocupe?! —renegó y se puso de pie.
—Confía en nosotros. Te lo pido.
La frase de Martín causó desconsuelo en el titán. No podía asegurar que los chicos lograrían salir de mundos tan peligrosos como esos, por eso no podía esconder sus emociones. Los estimaba mucho más de lo que aceptaba. Desde que los salvó, y los conoció poco a poco, se sintió dichoso, como si la soledad que experimentó por tantos años se esfumara en un parpadear. Creía que había encontrado a su nueva familia, pero entendía que no era así.
—Confío en ustedes —aceptó finalmente—. Prepararé medicinas, comida y las habitaciones para los que vengan a mi hogar.
—¿Tú estás bien? —indagó Martín con leve estrés—. Mencionaste que los ángeles y demonios están atacando y que están actuando extrañamente.
—Sí, yo estoy bien. Estoy seguro de que es Corrupción.
—¿Podrás cuidarte por tu cuenta?
Ossu soltó una risita afable y asintió, aunque estaba solo.
—Claro que sí, muchacho. Tengo muchos años viviendo aquí y protegiendo mi territorio, así que no es un problema. No me pasará nada.
—No hablo de eso, Ossu. Corrupción podría hacerte daño. No sabemos cuál es el límite de su poder, por lo que desconocemos de lo que es capaz. Ya no somos prisioneros, así estemos dentro de su jaula de mentiras. No sabemos lo que podría hacer para detenernos.
—Descuida, sé cómo funciona. Puedo defender mis jardines, hasta que ustedes regresen.
—En caso de que necesites más ayuda, contacta con Vozzach y dile que yo te envié.
—¿Eh?
Los ojos del titán se abrieron de par en par. Lo que el chico decía significaba algo muy malo. Ningún demonio, especialmente un mercader de mala fama, ayudaría a un humano desconocido sin ganar algo muy grande a cambio. Menos si era Vozzach, el Mercante de los Malditos. Ossu sabía que era un Exiliado y que nadie confiaba en él. Era un maestro de la mentira y la falsedad. ¿Por qué Martín depositaría su fe en una alimaña como esa?
—¿Acaso le vendiste tu alma? —susurró.
—No —mintió Martín lo más natural que pudo—. No digas ridiculeces. Tengo un pacto, eso es todo. Debido a ello, podrías apoyarte con él.
—Martín, ¿por qué…? —pero fue interrumpido.
—Dije que no le vendí nada, Ossu. Por favor, no discutamos sobre algo así de absurdo, ¿sí? Necesito que estés preparado para lo peor. Usaremos tu casa como guarida, antes de tomar una decisión.
—¿Una decisión? ¿Acaso no mataremos al huésped? —preguntó inquieto.
—No lo sé —contestó el chico con inseguridad—. Nos veremos pronto. Te lo prometo.
—Está bien. Los estaré esperando. Cuídate mucho.
Dicho esto, la consola dejó de brillar y la comunicación se terminó, pero Ossu no pudo moverse. Su mente daba vueltas en la conversación. Desde los posibles cambios en el plan, los objetivos de Corrupción, la indecisión sobre matar al huésped, hasta la mención de un pacto entre Martín y Vozzach. ¿Qué debía esperar de todo eso? ¿Cómo destruirían una prisión que se alojaba en la mente de todos, creando un delirio sin igual?
***
—Martín mencionó que el huésped podría estar en el Infierno —dijo Xenia desde su lugar en la sala de la casa del bosque.
El edificio estaba escondido en una de las forestas más grandes de la Ciudad Etérea, en el Cielo. No había un sendero identificable, por lo que era difícil encontrarlo. Para llegar, Xenia, Lillie y Eurielle pasaron los sembradíos y uno de los ríos más grandes del continente. La casa parecía una cabaña módica, con una sala, cocina, antecomedor y dos habitaciones. No tenía un segundo piso, pero sí una terraza que daba hacia el norte y un jardín frente a la arboleda. La mayoría de los muebles estaban en buen estado, ya que estuvieron cubiertos por sábanas.
—En ese caso, debemos buscarlo allá —respondió Lillie, quien se hallaba sentada en uno de los sofás rústicos.
—No. El plan es reunirnos de vuelta en la Tierra. Ya han recobrado el conocimiento, así que debemos irnos cuanto antes.
—¿Por qué? —ahora interpuso Eurielle.
A diferencia de Lillie, la Campeona era de tez oscura y cabellera platinada, era la más alta de las tres y la más musculosa. Sus alas estaban cerradas y eran de un tono blanco inmaculado, que acrecentaba su figura hermosa y celestial. Por otro lado, Xenia era castaña y de tez morena clara. Sus ojos eran de un tono entre el café con detalles de un verde olivo, y había una belleza intrínseca a su persona. La princesa, por su cuenta, tenía el cabello corto y café-rojizo, los ojos de un tono bicolor, como un turquesa destellante. Irradiaba una ternura que las otras dos no. No obstante, no era una chica delicada, sino que era todo lo contrario. Era un Nefilino, un ser entre lo angelical y lo demoniaco, con poderes sorprendentes y habilidades para el combate que superaban a cualquier guerrero de alto rango del Cielo.
—Porque el huésped podría notar que su jaula de mentiras ya no nos afecta, Eurielle —confirmó Xenia con seriedad.
La aludida se cruzó de brazos y se mostró molesta. Apenas tenía unas horas de haber despertado, por lo que recordaba todo. El plan inicial de su padre había sido investigar en las afueras de la Ciudadela Blanca, hacia el Bosque de Oro, que conectaba con la Puerta del Cielo. Se suponía que su misión era concretar información que Lord Uriel, su papá, había recibido por parte de uno de los aliados que tenía en el Parlamento Celestial. Además, los ángeles debían cerciorarse de que el rey no había violado el Balance. Sin embargo, Corrupción se apoderó de la realidad y tergiversó todo. Eurielle todavía conservaba el título como la Campeona, la comandante de la brigada más importante de su nación. Pero nunca fue amiga de Lillie, la heredera del rey Elohim. Lo recapitulaba a la perfección. De hecho, su deseo inicial fue capturarla y llevarla ante los Cinco Grandes Arcángeles para que la asesinaran. Pero todo se complicó por la maldita mentira que vivieron juntas durante los últimos días.
La joven le dirigió una mirada de enojo a la princesa, pero no dijo nada. Por su parte, Lillie notaba los comportamientos apáticos del ángel, así que suponía que la memoria del combate a muerte entre ellas era la razón de su malestar. No obstante, los sentimientos de ambas estaban hechos un revoltijo. Debido a la situación, Lillie conocía a Eurielle con más cercanía y descubría a una chica amable, fuerte y justa. Y eso lo empeoraba todo. Incluso se reprochaba la cercanía y los besos que compartieron varias veces durante el delirio de Corrupción.
—Está bien, saldremos del Cielo y regresaremos a la Tierra —confirmó la princesa al fin.
—¡¿Eres estúpida?! —reclamó Eurielle aprisa y se levantó—. Si tu padre descubre que te has esfumado, armará un genocidio irracional contra mi gente. ¿O tengo que recordarte que mi papá está en contra de que subas al trono?
—No, no tienes que recordarme la mierda de persona que es tu familia —contestó a la defensiva y se puso de pie. Se le acercó y la retó con la mirada—. Sé que jamás me aceptarán como su reina, así que no tienes que repetirlo.
—No estoy hablando de eso —contrapuso Eurielle, conteniendo la ira que le burbujeaba en el estómago—. Las memorias del resto están alteradas por la mentira de Corrupción, excepto las del rey, ¿no? Eso fue lo que explicaste, según tu teoría.
Era cierto. Lillie especulaba que Elohim seguía los comandos del huésped, y que estaba totalmente corrompido y a su merced. La duda recaía en el método que el enemigo utilizó para aprisionar a un ser como el Rey Celestial y, sobre todo, la razón de ello.
—Si se entera de que te has ido, atacará a los primeros sospechosos: mi papá y Lord Raphael —continuó la Campeona y bajó la guardia. Le arrojó una mirada de súplica, aunque no era para rogarle que le hiciera caso, sino por el tumulto de sensaciones que aparecían cada que evocaba las caricias románticas con ella.
—Eurielle tiene razón, Lillie. Debemos ser cautelosas para salir —intervino Xenia, al notar la extraña cercanía entre las otras—. Si consideramos que tu padre está siguiendo el juego de Corrupción, usará su poder y posición como el soberano para encontrarte. No quiero que ignores lo que creo, sobre que el huésped te busca por un motivo especial.
—Lo sé, no tienes que repetirlo —dijo la Nefilino y se alejó de Eurielle. Regresó al sofá y se sentó—. Debemos crear una distracción.
—Además, debe ser ya —informó el ángel—. Cuando descubran que el homúnculo en la prisión no es tu amiga Xenia, se armará un…
—¡Eso es! —interrumpió Lillie y sonrió segura—. Usaremos el desorden que el escape de Xenia provocará. Debemos asegurarnos de que crean que ella escapó con ayuda de alguien más.
—¿Y vamos a incriminar a uno de los soldados inocentes? No podía esperar más de ti. Es tan típico de los Nefilinos —contrapuso enojada.
—¡No seas idiota! —recriminó la princesa y la volvió a fulminar con la mirada. Se calmó un poco y continuó con un tono menos duro—. Le haremos creer a mi padre que Xenia tenía un complot con los demonios que capturaron, y con el resto que se quedó en el Bosque de Oro. De esa forma, podremos ir a la Ciudadela y usar la Puerta para regresar a la Tierra.
No hubo respuesta. Eurielle asintió y dirigió el interés a Xenia. Le costaba mucho trabajo aceptar que la humana era sumamente especial e inteligente. Mostraba una tenacidad y astucia únicas, mismas que contradecían lo que conocía respecto a esa raza. Desgraciadamente, la Campeona había sido criada bajo las creencias y reglamentos arcaicos de su nación, por lo que solía juzgar de forma cruel a los individuos que no pertenecían al Cielo. En especial a los demonios y humanos. Según su padre, y el resto de los grandes Lores y Ladies, los humanos eran débiles y carecían de todas las virtudes que el Creador les había otorgado a los celestiales. Pero no era así. Eurielle lo confirmaba con Xenia, quien no se mostraba temerosa, a pesar de encontrarse en una situación muy desalentadora. O era realmente ignorante de lo que podría ocurrirle en ese reino, o no temía arriesgarse y salvar a su amiga Lillie.
—Bien. Es un buen plan. Revisaremos los detalles con calma —aceptó el arcángel—. Sé que interrogarán al prisionero que dejamos en lugar de la humana, así que hay que controlar sus respuestas.
—¿Se puede hacer eso? —dudó Xenia maravillada.
—Sí. Con magia es posible. Aunque tengo un límite, por lo que necesitamos asegurar que uno de los Grandes Arcángeles no esté presente.
—¿Quién? ¿Por qué?
—Porque él es el único que se dará cuenta de que tu doble estará siendo manipulado con tan sólo verlo.
—¿Y eso por qué? —insistió la chica.
—Porque es el Arcángel de las Verdades y Virtudes.
—Gabriel —pronunció Lillie absorta—. Es verdad. De los cinco, es el único que puede detectar mentiras con facilidad. Aunque no la de Corrupción.
—A pesar de que también es un prisionero, fue el único que nos advirtió sobre que Corrupción estaba libre y que tenía a un huésped. El lo descubrió antes de que todo esto pasara —confirmó Eurielle apenada—. Pero nadie le creyó. Nadie lo hace. Es considerado un traidor por muchas razones… —acalló y soltó un respiro pesado—. Tú misma lo escuchaste durante la fiesta que celebramos por tu cumpleaños aquí.
Dicho esto, Xenia abrió los ojos de par en par. Las otras continuaron hablando pero ella perdió el interés y se sintió como una extraña. A pesar de que conocía a Lillie desde tiempo atrás, todavía no sabía muchas cosas sobre ella, mucho menos la fecha de su cumpleaños. Evitó mostrar la frustración y los celos que sentía, por lo que regresó la atención a las chicas.
—Sigo sin comprender por qué lo odian —insistió la princesa.
—Tu padre y el resto de los Lores odian a Gabriel porque hay rumores de que mantuvo contacto con demonios en el pasado —dijo Eurielle.
—En ese caso, ¿cómo mantendremos a ese sujeto fuera del interrogatorio? —inquirió Xenia.
Eurielle se acercó al comedor y les pidió que la acompañaran. Las otras lo hicieron y vieron que dibujó con magia el mapa de un edificio. Parecía que las líneas eran trazos de pintura blanca y resplandeciente, que se unían en cada arista de los rectángulos, cuadrados, triángulos y trapecios que creaban.
—El interrogatorio ocurrirá en las celdas especiales donde te tenían, Xenia. Eso quiere decir que no tenemos mucho tiempo —explicó la Campeona—. Debemos hacer que sea lo menos concurrido posible, o sabrán que hay algo malo con el doble. Sabrán que es un demonio y no una humana. Es obvio que el rey participará, así como mi padre y Lord Raphael. Ellos dos son los que más poder tienen dentro del Parlamento. Estoy segura de que Elohim querrá mantener a Lillie lejos de todo esto, así que puede que le pida a una guardia especial que la custodie.
—¿Podríamos usar eso a nuestro favor? —cuestionó Xenia muy alerta.
—Sí. El problema es que yo debo quedarme aquí y manipular al títere que hice con el cuerpo del demonio. Y tú —la señaló con el dedo— deberás acompañarme. Deberán escuchar tu voz o nos detectarán de inmediato.
—Entiendo. Lillie tendrá que ser el distractor.
—Correcto.
—¿Y cómo voy a distraer al resto de los Lores? —preguntó la princesa levemente incrédula.
—Haciéndole creer a tu padre que estás en peligro y que el mío planea hacerte daño —respondió Eurielle.
—Acabas de decir que no quieres involucrar a más. ¿Quién carajos te entiende? —rebatió contrariada.
—No vamos a involucrar a inocentes, no te estreses. El rey duda de mi padre, ¿lo olvidas? Así que saquemos ventaja de la situación en lugar de pelear por estupideces.
—Incitaremos una posibilidad que parezca plausible para el huésped —confirmó Xenia prontamente, para evitar que la discusión escalara.
—Exacto. Si Elohim cree que la princesa estará en riesgo al interrogar a la humana, especialmente porque mi padre lo acompañará, podría pedirle a uno de los Cinco Arcángeles protegerla con su vida.
—¿Acaso Gabriel es un militar? —recalcó Lillie todavía insegura del plan.
—No, pero es un Arcángel de la más alta categoría. Es poderoso. Además, no estará sólo él. Michael también sigue las enseñanzas y caprichos de tu padre, así que podemos usarlo del mismo modo.
—¿Cómo ocurrirá todo esto? ¿Cómo haré que mi padre mande a una escolta para cuidarme? —insistió la princesa.
—Yo le mentiré al mío, para que le de la noticia al tuyo —explicó Eurielle.
—¿Enserio nos ayudarás? —interrumpió Xenia entre la sorpresa y el estrés.
—¿Están dudando de mí? ¿Acaso no estamos en esto juntas?
—Bueno… —farfulló y las miró a ambas—. Sé que le prometiste a Lillie ayudarla antes de entrar a mi celda, pero deseabas matarla desde que la conociste, cuando la prisión de Corrupción todavía no se tragaba el universo entero. Incluso me dijiste que los ángeles nunca aceptarán que Elohim creó a una Nefilino y que la nombró su heredera al trono.
—¿Escuchaste nuestra conversación en las celdas? —Lillie interpuso con el rostro enrojecido y agachó la mirada.
Xenia y Eurielle se mantuvieron en silencio. La últimas se mostró incómoda por el palpitar de su corazón y no por lo que escuchaba. Odiaba sentir atracción hacia la princesa, porque eso no era parte de la mentira que Corrupción creó. Estaba segura, ya que todavía tenía interés en la chica. Deseaba apoyarla y, muy en el fondo, la admiraba. Creía que se convertiría en una reina justa, en el pilar que el Cielo necesitaba desesperadamente para avanzar como sociedad.
—Supongo que no mentías, Eurielle —siguió Xenia lo más neutral que pudo, al notar la seriedad de las otras—. En ese caso, iniciemos el plan.
—Bien. La primera en salir seré yo —aseguró Eurielle e ignoró los sentimientos encontrados respecto a Lillie—. Luego lo hará la princesa lo más pronto posible. Deberá llegar al castillo y… —titubeó y miró a la Nefilino de frente—, y tendrás que actuar como si nada ocurriese. ¿Estás escuchando? —la regañó un poco porque la notó distante.
La princesa soltó un respiro profundo y levantó la mirada, para observarla. No estaba enfadada, como al inicio, sino que sentía temor por conocer lo que Eurielle creía sobre ella. Estaba desilusionada, ya que comprendía que, al tener la claridad de vuelta, sus actitudes eran las correctas. La Campeona no era su aliada, sino su enemiga. Sin embargo, durante los últimos días, creyó que realmente podían ser amigas. ¿Por qué las ayudaba, si parecía tan molesta?
—Respóndele a Xenia —pidió con calma.
—¿Qué cosa? —preguntó el ángel con leve desespero.
—¿Por qué chingados nos estás ayudando? No estás obligada a pelear contra Corrupción. Nunca harías amistad con la aberración que creó Elohim, ¿cierto?
—No es verdad. Claro que Corrupción también es mi problema. Es el de todos, de hecho. ¿Quién la liberó? Nadie más que el Rey de la Oscuridad conoce el método, o eso dicen los investigadores de nuestro reino. No podemos dejarla pasar por alto.
—¿Así trabajes de la mano conmigo? ¿O te has olvidado de que soy un Nefilino?
—No, no lo he olvidado. ¿Tiene algo de malo? —insistió Eurielle, sin poder contener el rubor en las mejillas.
—Nunca me aceptarás como tu reina, ¿cierto? Ya no estamos bajo el hechizo del huésped, puedes decirme toda la maldita verdad. Anda, acepta que jamás estarás de mi lado. Soy un ser despreciable para ti, justo como para el resto de los ángeles. ¿Realmente vas a pretender que todo lo que pasó entre nosotras fue real?
Xenia se mostró incómoda por el tema abordado, puesto que era obvio que se referían a sentimientos de atracción y no al problema actual. Jamás creyó que Lillie mantendría una relación cercana con otra mujer, especialmente con la chica que las enfrentó en el pasado. Por eso, agachó el rostro y sintió una punzada en el pecho, como si le perforaran el corazón. No sabía si era por los celos o por la desilusión al comprender el cariño que tenía hacia la princesa. Entonces, decidió salir del comedor rumbo a la terraza, que conectaba con la sala y la habitación, para darles espacio.
Por su cuenta, Eurielle se enganchó en la discusión y le arrojó una mueca de disgusto a Lillie.
—¿Eres idiota o qué? ¿No escuchaste lo que dije? —continuó el arcángel—. Claro que voy a ayudarles porque Corrupción tiene a todos confundidos. Si no hacemos algo, podrá corromperlos en su totalidad y llevar a la Creación hasta un punto más crítico. ¿Eso es lo que quieres?
—¿Esa es tu excusa? ¡No seas ridícula! —La princesa subió el tono de voz.
—¡¿Qué quieres que te diga?! —vociferó, al borde de la exasperación.
—¡La maldita verdad! —recriminó Lillie más alterada.
—¡Te la estoy diciendo! ¡Corrupción está a punto de joderse a la Creación entera! ¡Por favor! ¡¿Quieres que me quede de brazos cruzados?!
—¡No estoy hablando de eso! ¡Estoy hablando sobre mí! —exigió la princesa, con el corazón apachurrado, la cabeza en un embrollo y los nervios de punta.
Eurielle no dijo nada. Respiró hondamente para recuperar la compostura y buscó a Xenia con la mirada. Sentía un palpitar profundo en el pecho, pero no estaba lista para externar, ni mucho menos aceptar, lo que Lillie le provocaba.
—¿Quieres dejar de pelear, por favor? —pidió lo más seria posible—. Tu amiga no tiene por qué escuchar nuestra mierda. Debemos actuar pronto, si queremos salir del Cielo.
La otra se percató de lo que pasaba y también se tranquilizó. Caminó hacia la terraza y encontró a Xenia sentada en la silla que daba hacia el jardín marchito y los árboles. Se acercó a ella y la otra le regaló una sonrisa triste, pero no habló.
—Perdona, las cosas se salieron un poco de control —la princesa se expresó sin saber cómo sentirse.
Xenia asintió y se puso de pie. Era sumamente doloroso ver que la relación entre Lillie y Eurielle se había estrechado en el poco tiempo que convivieron ahí. Parecía que, sin ella en la ecuación, ambas podrían quedarse juntas y resolver la situación sin problemas. Aunque las escuchó discutir, le pareció que había sido más un juego de reclamos para asegurarse de que sus emociones eran reales. Se sintió desolada. Ella jamás podría seguir a Lillie hasta el Cielo. Una vez que la princesa se coronara, ella regresaría a la Tierra y continuaría su vida, mientras que la Campeona podría quedarse con la nueva Reina Celestial y ofrecerle una relación real. Evitó sollozar ante la realidad. Su interés amoroso jamás le correspondería. Además de que ella era una simple humana, no podía asegurar lo que Lillie sentía de verdad. Quizás la vio sólo como a una amiga, o a una chica linda con la que podía fantasear, pues le corroboró eso último.
Entraron de vuelta y regresaron frente a la mesa.
—¿Qué le dirás a tu padre? —inició la Nefilino, al dirigirse a Eurielle.
—Que hay un complot entre los demonios y la humana, y que desean matarte. Él se lo dirá al rey porque le teme. Nadie aquí tiene el poder para anteponerse a Elohim.
—¿Es tan poderoso? —dudó Xenia con una voz suave, para esconder la tristeza que la carcomía.
—Sí. Es el ángel más peligroso de la Creación entera, niña, es…
—Xenia —la interrumpió con ligera molesta y le regaló una sonrisa cínica—. Llámame por mi nombre, por favor. Sé que soy joven para ti, pero tampoco soy una “niña”.
—Supongo que es clara la razón por la que Elohim es una amenaza. Por eso, no podemos dejar que descubra el plan —siguió Eurielle, como si la ignorara—. Cuando yo le haya dicho a mi padre sobre el complot entre tú y los demonios, regresaré a la cabaña. Activaré un hechizo de “Incisio-Voxi” y la humana podrá hablar desde aquí. Tendremos que mantenerlos ocupados en el interrogatorio, porque yo me encargaré de manipular a los otros prisioneros y asegurar que puedan armar un escándalo. Los sacaremos de la prisión, para que entretengan a los soldados, y nos iremos del Cielo. Tendrás que prepararte, Lillie —llamó a la princesa.
—Estaré lista —resolvió la aludida.
Se despidieron por el momento y se preparan para iniciar el escape. Eurielle y Lillie salieron de la cabaña, mientras que Xenia esperó. La Campeona se encontró con su padre y le contó sobre el supuesto complot. Por otro lado, Lillie llegó al castillo y se dirigió a su habitación Sin embargo, no creyó que el rey la buscaría de inmediato, por el bullicio de la última noticia, pero se equivocó. Apenas pudo entrar a la recámara y tomar a Chaosholder, cuando Elohim tocó la puerta y le pidió el paso.
El rey traía una sotana blanca inmaculada que acrecentaba su figura mística y poderosa. Además, usaba el cabello largo y arreglado, del mismo tono castaño que la barba pronunciada. Sus ojos eran de un azul opaco y la tez de un moreno oscuro. Le sonrió a su hija y se quedó cerca de la puerta.
—Pensé que estarías en el área de entrenamiento. Te fui a buscar allá —habló con calidez—. Quiero contarte algo importante.
—¿Qué pasa, papá? —preguntó Lillie, con un tono fingido. Había una sensación inusual al hablar con él. Estaba segura de que Elohim era un prisionero importante para Corrupción, pero no podía ignorar las interacciones de los días pasados. Se había sentido amada y como si estuviera de vuelta en la casona donde vivió durante la infancia.
—No sabemos lo que el Infierno está tramando, hija. Puedo asegurarte de que no es nada bueno. El Rey de la Oscuridad es un sujeto impredecible —opinó pensativo y se cruzó de brazos—. Igualmente, encontramos a una humana en el Bosque de Oro, cerca de la Ciudadela Blanca.
—¿Enserio? —se esforzó por sonar impactada.
—Tenía consigo esto —sacó un objeto de la túnica y se lo mostró.
Lillie sintió un escalofrío profundo recorrerle todo el cuerpo. Era La Llave del Cielo, que tenía la forma de un báculo curvado en la parte final. Lo sabía porque ella misma consiguió los cuatro pedazos, cuando asesinó a los Terrores que la mantuvieron oculta. Sabía que Ossu, el Forjador que vivía en la Tierra, ayudó a unirla de nuevo, e intuía que Xenia la había traído consigo y que se la arrebataron cuando fue capturada. Probablemente, era la razón por la que nadie prestó importancia al resto de sus pertenencias.
—¿Es La Llave de nuestro reino? —se atrevió a preguntar.
—Sí. Lo más extraño es que una creatura tan ordinaria como esa humana la tenía en su poder. ¿No te parece inusual, cariño?
—No lo sé. Desconozco mucho de los humanos —dijo con honestidad.
Aquello era relativamente cierto, ya que no comprendía mucho del tema. Su única referencia eran Xenia y Martín, sus amigos. Por muchos años tuvo la impresión de que eran creaturas en exceso simples, pero corroboró que no era así. Justo como cualquier organismo pluricelular, los humanos eran complejos y mostraban un alto nivel de consciencia.
—Son seres peligrosos, astutos y llenos de vicios —externó el soberano cruelmente y guardó La Llave de vuelta en la túnica—. Son corruptibles, moldeables y fáciles de impresionar.
—¿Acaso no se supone que no pueden habitar en nuestro mundo?
—Lillie —la llamó de una forma distinta y se le acercó con un paso lento—, no me mientas.
—¿Eh? ¿Papá? —dudó temerosa y sujetó el mango de Chaosholder con fuerza.
—La humana de tus dibujos, la que me dijiste que aparece en tus fantasías, es la misma que hemos capturado. Tenía La Llave, hija. ¿No es obvio?
—¿Qué cosa? —insistió con miedo.
—Que tú y ella estuvieron en contacto.
—¡Por favor, papá! ¿Cómo puedes decir algo así? ¿En qué momento me viste fuera del reino? No digas tonterías. Además, ¿cómo carajos voy a contactarme con alguien del exterior? Apenas me das permiso para salir y hacer amigos. Ni siquiera te simpatiza Eurielle.
El rey se detuvo a unos metros de distancia, pero su rostro denotó extrema seriedad. La chica no supo si estaba molesto o si la atacaría en cualquier momento.
—La prisionera parece ser aliada de los demonios. De hecho, algunos de mis allegados creen que estás en sumo peligro. Quiero que te quedes aquí —ordenó Elohim.
—¿Sola? —inquirió ella más tranquila.
—Sí. Sellaré tu habitación.
—Papá, por favor, no puedes encerrarme como si fuera el único método para vivir. ¿Por qué me castigas?
—¿Castigo? No es un castigo, mi hermosa princesa, es prevención —dijo el hombre de una manera extraña. Su voz carecía de emociones y su rostro inamovible lo hacía lucir como un maniquí.
—Preferiría a una escolta —Lillie se atrevió a externar, sin bajar la guardia.
—¿A la Campeona? No seas ridícula. Te dije que Eurielle no es de fiar.
—Lo sé, pero… —Lillie buscó una excusa. Sabía que el plan no funcionaría si el Arcángel Gabriel se hallaba presente durante el interrogatorio—. ¿Qué pretendes hacer con la humana?
—Asesinarla, por supuesto, después de que me diga lo que planea. Necesito averiguar cómo consiguió la Llave y cuál es su objetivo. Si tiene una tregua con los demonios, tal vez busquen hacerte daño.
—En ese caso, ¿por qué no mejor me quedo en otro lugar? No estoy hablando de que Eurielle esté conmigo, pero podrías seleccionar a alguien para custodiarme, si tanto te preocupa.
Elohim no respondió de inmediato. Se mostró meditabundo y asintió unos segundos más tarde. Aceptó la alternativa y pidió que lo siguiera.
Salieron de la habitación y pasaron el pasillo. No obstante, antes de abandonar la recámara, Lillie trajo consigo a Chaosholder y mantuvo el guante mágico oculto en sus brazos, que realmente era llamado Mitón Sísmico. Era una fortuna que Elohim estuviera convencido de que no había nada inusual con la afición que su hija presentaba por las armas. De hecho, parecía ser lo natural. En el Cielo, aquellos que dedicaban la vida a la guerra eran alabados y respetados, así que era un buen indicio que la princesa fuera una guerrera habilidosa y que mostrara gusto por el combate.
Cuando llegaron a una sala amplia, Lillie reconoció el sitio. Había una mesa redonda y extendida, unos muebles a los costados y un extraño mecanismo que parecía hecho de imágenes de holograma. Giraba y tenía muchos símbolos angelicales, que indicaban que la maquinaria estaba suspendida y lista para ser usada.
—Te quedarás aquí. Tengo el presentimiento de que los demonios están asociados con alguien más —pidió el rey—. Mandaré traer a una guardia élite.
—¿Quiénes te acompañarán en el interrogatorio?
—El Parlamento —dijo seguro y le regaló una sonrisa cálida.
—¿Todos los Lores? —indagó ella con leve inquietud.
—Sí.
—Papá… —pero fue interrumpida.
—Nada de reproches, jovencita. La guardia llegará en unos minutos. Dejaré que escuches la conversación, puesto que es algo que te concierne.
—¿De verdad lo crees así? —preguntó impresionada.
—Serás la reina algún día. Debes estar preparada para lidiar con situaciones parecidas.
—Está bien. —La princesa no supo qué otra excusa poner para convencerlo de cambiar la escolta. Si insistía demasiado, podría sonar sospechosa.
El rey le besó la frente y abandonó la sala. Unos minutos después, un grupo de militares entró. Lillie guardó la sorpresa, pues reconoció a dos de ellos. Eran Metatron y su hijo Malik. ¿Qué están haciendo aquí?, pensó y supuso que eran los seleccionados de confianza de su padre. No obstante, la presencia de esos dos dificultaría el escape cuando llegara el momento indicado.
Por otro lado, Xenia y Eurielle se reunieron en la sala de la casa en el bosque. La segunda llegó como lo planearon. Ya no traía la ropa casual del comienzo, sino la armadura que la caracterizaba. Debido a los tonos dorados y plateados, lucía un porte triunfal y de los héroes de los cuentos de hadas. La otra la recordaba mejor así, por la imagen de una guerrera estoica y audaz; y creía que realmente lo era.
—Están por comenzar el interrogatorio. Ven, vamos a interceptar a la marioneta —indicó el arcángel y activó su magia.
Un círculo apareció sobre la mesita de té. Otra vez parecía que era dibujado por una pintura blanca que brillaba en demasía. Los trazos se unieron y aparecieron runas de la lengua angelical, que Xenia reconocía un poco debido a la interacción continua que tenía con Ossu y Lillie. Acto seguido, en el centro de la circunferencia, apareció una pantalla de estática que se esclareció lentamente. A través de esta, se veía la prisión donde la mantuvieron.
El rey llegó con cinco personas más. Uno de ellos se parecía mucho a Eurielle, por lo que Xenia intuyó que era su padre. Los otros eran distintos, pero todos mostraban alas espectaculares, de tonos entre los blancos, azules, rosas y verdes claros. Había una mujer de armadura plateada, con un casco como las valkirias. Otro era un hombre de cabellos rubios y de tez pálida, con un porte de militar serio. El que estaba junto al rey tenía el cabello negro y la tez oscura, justo como el papá de la Campeona, pero vestía una pechera pesada, que ensanchaba aún más su musculatura. El último parecía un adolescente de rostro sumamente femenino. A diferencia de los demás, era muy delgado y bajito de estatura.
—¿Qué carajos está haciendo Lord Gabriel allí? —dudó Eurielle consternada.
—¿Quién es? —preguntó Xenia con interés.
—El de alas rosadas, ¿quién más? —señaló al último.
—Parece una chica… —opinó levemente sorprendida—. ¿No podemos contactar con Lillie? —inquirió, pero no pudo continuar ya que la prisión del títere fue abierta por Elohim.
Eurielle siguió con la segunda parte del conjuro y miró a Xenia.
—No importa. Correremos el riesgo. Sólo espero que no nos delate de inmediato. Anda, es momento de hablar. Recuerda, hay un complot para matar a la princesa. Estás aliada con los demonios y… —fue interrumpida.
—Sí y tenía La Llave. Descuida, sé lo que debo decir.
El círculo resplandeció y apareció un símbolo frente a Xenia. El grafema se transformó en un megáfono con un par de alitas a los costados. La chica se aclaró la garganta y miró atenta la interacción que ocurría en la prisión.
—Humana, ha llegado la hora de que respondas nuestras preguntas —se escuchó la voz de Elohim, a través del conjuro de Eurielle—. Primero lo primero, ¿quién te ayudó a forjar la Llave?
Xenia se preparó y pensó en Ossu. No podía arriesgar a su único aliado en la Tierra, mucho menos porque el plan era regresar a su guarida. Entonces, respondió fanfarrona:
—Si tienes que preguntar algo tan obvio, quiere decir que no tienes idea de lo que ocurre.
—Así que es cierto. Los demonios y tú están trabajando juntos —reprochó el arcángel de tez oscura y toga lisa—. Quiere decir que le has venido el alma a uno de ellos. Dinos, ¿qué te ofrecieron a cambio de algo tan patético como tu esencia?
—¿Acaso no tienen la respuesta en sus manos? —contrapuso Xenia con seguridad.
Eurielle la miró impresionada y sonrió. La chica era buena para mentir, pero también para controlar el nerviosismo ante una situación así de peligrosa. Ella, en su lugar, se habría muerto del miedo, al ser interrogada por alguien como el Rey Celestial.
—Ningún demonio le daría tanta ayuda a un ser tan insignificante como tú —el mismo ángel continuó el interrogatorio.
—¿Y quién dijo que fue lo único que ofrecí? —rebatió Xenia.
—Es claro que te has degradado, no tienes que dar detalles —se interpuso el rey—. Lo que no comprendo es la razón por la que estabas en el Bosque de Oro.
—¿Para qué más, su majestad? —agregó ella elocuentemente—. Los demonios tienen en claro lo que desean. Aniquilarlos a todos ustedes. ¿Es tan extraño que decidan usar métodos como la compra de almas humanas?
—No, no lo es. Lucifer es un canalla. Sé que es capaz de hacer algo tan bajo como usar a una chica asustada como tú. Te han engañado, muchacha. Has cometido un error fatal. Los demonios te están utilizando como carnada. ¿Acaso un trozo de metal era más importante que tu vida?
—No es lo único que he ganado.
Eurielle se acercó a Xenia y le tocó el hombro.
—Iniciaré la fuga del resto de los prisioneros. Mantenlos ocupados —susurró y conjuró un círculo parecido al que ya estaba sobre la mesita. Gracias a sus habilidades, controló las mentes de los cautivos más débiles y les mostró el método para romper las prisiones.
En la otra circunferencia se podía ver que los demonios comenzaron a abrir las celdas y a buscar armas. Los primeros ayudaron al resto y el caos se desató.
El plan marchaba a la perfección, o eso creyeron las chicas.